Anoche entre sorbos de tequila
apareció ante mí una blanca paloma;
funesta voz en versos de sibila
la que hablaba sobre mi última hora.
Quizás blanco cuervo fuese aquel,
mas disfrazado de inocente paloma
quien en mi escritorio apareció ayer
como si del Diablo fuese una broma.
No sentenció un 'nunca más' maldito,
como sufrió una vez el oscuro poeta,
más bien un 'para siempre' infinito
aderezado con una sonrisa discreta.
Ni el férreo rugido ni las gotas del licor
borraron del destino aquellas palabras.
Profecía que creó un infierno abrasador,
envidia de las pesadillas más macabras.
Se marchó el ave con el último trago,
dejando tras de sí tan sólo la amargura
de mi pobre alma realizando el amago
de intentar salir de mi hora más oscura.
Un sufrimiento que para siempre duraría
y que no habría botella capaz de ahogar.
Un dolor que por dentro me consumiría
y del que nunca más me podría liberar.