Comprender, que no es igual hablar que vivir,
cuando arrojado desde los altos torreones
ves ebrios sueños y viejos demonios resurgir;
de los que besan, matan y apuñalan corazones.
Perdido y mil veces más perdido;
perdido aquí y ahora entre rimas rotas
entre cementerios de versos muertos del ayer.
Entre bosques de ataúdes de roca y acero,
de espíritus moribundos y adictos a la vida.
Futilidad de la vida al recuperar la visión
del aquí y del ahora, nunca jamás del ayer.
Vivo de cuerpo a los pies de un callejón,
muerto de alma encontrado al amanecer.
Contribuyendo mañana al poderoso drama
con un fragmento de mi débil ser;
sirviendo de epitafio a mi última morada
aquella en la que he de fallecer.
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