sábado, 7 de septiembre de 2013

Fée Verte

He vuelto a volcar el vaso sobre los escritos, con esta van tres veces ya. Me tiembla el pulso y apenas puedo escribir sobre el papel; está muy húmedo, rezuma alcohol por cada poro. Este olor a absenta no se irá fácilmente y presiento que estoy malgastando la tinta, la tinta... y mi dinero. Este es ya el último pago que malgasto persiguiendo al dragón, creo que ya acabó eso de comprar atisbos de genialidad con el dinero de mis encargos y más aun cuando ni siguiera puedo pasar de esta condenada línea.
Frente a sí se encontraba un descolorido folio de papel color café, con una oscurecida mancha provocada por la infame hada verde, sobre el que se dibujaban unos simples versos:

"Si tan solo pudiera de este tormento despertar,
rasgar la realidad de mi demonio interno,
sangrar gota a gota de mi placer eterno,
y desplegando mis alas desde la oscuridad volar."

Escapar, huir, volar de aquel lugar era lo único que se me pasaba por la mente, pero ¿Por qué? ¿Huir de donde? ¿De esa vida de mal vivir y negocios clandestinos con traficantes de versos rotos, de ese escritorio empapado en los restos de la droga esmeralda, de ese descolorido papel escrito como si de un acertijo propiciado por los vapores de oriente se tratase? ¿Qué maldita cosa debía hacer?

Un duro golpe de mi puño retumba en toda la estancia, un pequeño cuarto apenas iluminado por una tenue vela sobre el escritorio que trazaba las distorsionadas y esperpénticas sombras chinescas de la frustración de un escritor sobre una hija de papel.
Derrotado por la falta de inspiración, cuantas veces había padecido la humillación de la derrota ante tan monstruoso enemigo, cuantas veces habían sufrido sus sueños al ser sacrificados.
Un momento, ¿Sueños? Eso es, lo tengo, lo descubrí, tengo la esencia, voy a escapar de este lugar, o de este estado, no se muy bien como llamarlo, pero voy a largarme de esta espantosa y diabólica oscuridad.
Un papel marcado con unos versos, introducido en una malgastada botella del hada verde, un poco de fuego, la chispa que puede proporcionar una tenue vela en un oscuro cuarto... et voilà!
Una gran llamarada de refulgentes llamas verdosas que se alza inundando todo el escritorio. Si, lo necesitaba, necesitaba escapar, necesitaba morir para salir de ese lugar.
Y desperté sobre la mesa de mi verdadero escritorio, envuelto en sudor. Un trago de absenta me aclaró las ideas, unos trazos de tinta me dieron el sustento, luego mi mano simplemente se limitó ha plasmar la inspiración.


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