viernes, 27 de enero de 2012

Black Heart

La luna contemplaba como aquella dama de tez pálida dirigía a través de la ventana su vidriosa mirada a la inmensidad de la penumbra. Y como si implorase a la noche dibujando sombras con su aliento en el cristal, cerró sus ojos mecida por la plateada luz nocturna.
El viento agitaba retales de tiempos pasados que habían desaparecido entre mares de lágrimas, dejando paso a una profunda melancolía que poco a poco había acaparado cada pedazo de su alma.
Él ya no volvería, le gritaba en silencio a su frio corazón, que aun se negaba a abandonar el último atisbo de calor que aun reposaba en él.
Las primeras gotas de un ligero rocío nocturno empezaron a caer, precedían relajadamente a la violenta tormenta que lentamente se iba forjando en las nubes. Y ella, dejando emanar una lágrima congelada y amarga de sus hermosos ojos verdes se dejó caer sobre la cama de su oscura habitación.
El brillante resplandor de un relámpago penetró a través de la ventana iluminando las tinieblas de la estancia y dejando al descubierto vivas imágenes plasmadas al oleo de lo que fueron vidas pasadas y amores que ahora descansaban en alguna marchita tumba.
Sin poder contener su furia, derramando violencia y lágrimas a partes iguales, se levantó de forma enérgica y comenzó a destruir los recuerdos que asaeteaban su alma como clavos ardientes.
-¡Que retorcido dios te arrancó de mis brazos!- gritaba ella con una ahogada voz desconsolada.
Y continuo como un torbellino arrasador que inspirado por la fiereza de la tormenta nocturna rompía en mil pedazos los viejos retazos de su vida.
Hasta que ya, agotada, sin fuerzas ni gotas de amargura que derramar se detuvo frente a su gran espejo. Allí contemplo los restos del cristalino sendero de dolor dejado en su níveo rostro, sus cabellos oscuros como la sombra se enredaban, casi parecía como si jugasen a esconderse del dolor y sus ojos esmeralda, brillantes como joyas contemplaban su reflejo en el cristal.
Se pudo ver a sí misma, de pie junto a su reflejo, junto al reflejo de él, que abrazaba a su doble al otro lado del vítreo muro.
Y por un momento lo deseó, deseó estar ahí dentro, ser esa joven que la contemplaba desde dentro del espejo, deseó poder volver a sonreír con sus brazos rodeándola su cuello.
Extendió su mano para acariciar el frio cristal, como si esperara encontrar el calor de un amor perdido en él, pero tras acariciarlo unos minutos volvió a la triste realidad de su habitación.
Casi había bajado la mirada, cuando una mano firme atravesó el espejo desde el otro lado, acariciando su rostro con calidez y sensualidad. Ella tuvo el tiempo justo para ver como la figura de su amor atravesaba el espejo y justo cuando parecía que cruzaría con ella al otro lado, agarró con fuerza su cuello y tirando con violencia la introdujo a través del cristal, arrojándola sobre la cama.
Sus ojos buscaban nerviosos una explicación, observaba de un lugar a otro, pero solo encontraba el reflejo retorcido de su antigua habitación y la figura de él que con paso decidido avanzaba hacia ella.
Sus ojos brillaban con un extraño y antinatural fulgor verde y un fuerte olor carne y lujuria inundo toda la habitación.
Él se colocó sobre ella, desgarrando su ropa y fundiendo ambos cuerpos en lascivos besos que solo conseguían alimentar el deseo de la pareja.
Pronto la delicada ropa fue dejando paso a la suave piel de ambos, que sensualmente se acariciaba, erizando todas y cada una de las fibras de su ser.
La agarraba fuertemente, la sujetaba con sus uñas y delicadamente recorría su cuerpo con la lengua, mientras los mordiscos de sus dientes se detenían en cada uno de los rincones de su cuerpo.
Se fundieron, se convirtieron en uno solo, unidos en un solo cuerpo que de forma lujuriosa se retorcía de placer. Los mordiscos dieron paso a la sangre, que fluía carmesí a través de su pálido cuerpo, pero a ella parecía no importarle, pues la sensación de indescriptible placer que sentía era superior a sus fuerzas.
Tanto fue así que no tardó en caer presa del más profundo sueño divino. Casi sintió alcanzar el cielo a través de una escalera de delicioso pecado, para luego descender sobre la suavidad de su cama donde el letargo la acarició.
Aquella noche se levantó confusa, desorientada. Él ya no estaba allí, se encontraba sola en aquel reflejo.
Y cuando levantó su mirada para contemplar el espejo, su alma se desmoronó hecha pedazos contra el suelo, allí al otro lado del espejo aparecía la figura de su amado, su verdadero y único amor, que con rostro confuso buscaba algún rastro de su desaparecida dama.
Era él, había regresado, más cuando ella intentó cruzar al otro lado, tan solo encontró una superficie solida, un frio cristal que ahogaba sus gritos de dolor y retenía su llanto. Golpeo el espejo, lloró y gritó hasta que la voz la dejó allí sola, rendida en el suelo, para siempre… Y es que hay que tener cuidado con lo que se desea, pues a veces puede hacerse realidad…

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