lunes, 24 de septiembre de 2012

Heliocentrismo Mental


Al igual que los hombres antiguos, el hombre occidental, el hombre blanco, sigue siendo geocentrista. Solo hay una única diferencia, que ahora la el concepto tierra ha sido sustituido por otros conceptos; el concepto occidente y su cultura; el concepto primer mundo y sus fortunas y capitalismos, pero de igual modo sigue siendo un geocentrismo mal llamado etnocentrismo.
Y es que el hombre blanco occidental es el ser humano más soberbio y etnocentristas que existe. Nos permitimos atisbar desde nuestro predominante balcón a las demás culturas y diseccionar sus costumbres, tradiciones, ideas y pensamientos, para realizar críticas destructivas que ensalcen la todopoderosa cultura occidental.
Nos consideramos mejores que ellos, olvidamos el millar de culturas totalmente diferentes a la nuestra que existen y nos creemos los dueños del mundo, permitiéndonos el lujo de mirar con desprecio y aires de superioridad al que es diferente.
Toda esta antropología de la clasificación humana comenzó en el siglo XIX, y allí debió de quedarse junto al resto de pseudociencias baratas que solo pretendían de una forma vaga y simple, dar respuesta a los problemas del decadente occidente buscando un chivo expiatorio en el diferente.
Pero el ser humano es vil y despreciable. Se valió de todas esas ideas absurdas, todos esos conceptos baratos de raza, de superioridad y de inferioridad, y convirtió todo eso en un discurso político totalizador que vomitó sobre las masas, cayendo influenciadas por la nueva religión, echando por tierra todo el pensamiento racional e inteligente que distingue al hombre del resto de animales.
¿Y qué es el racismo sino un vano intento de hacer sentir mejor, especial y superior al enormemente prepotente occidente? Más alimento para ese geocentrismo. Y cualquiera que ose cuestionar la centralidad de occidente se enfrentará a la inquisición… a las instituciones que lo regulan, manipulan y dirigen todo.
Y de ese modo ese discurso político cargado de odio, de resentimiento y de un fuerte complejo de superioridad que en ocasiones roza lo enfermizo, sigue vagando libremente.
Y no importa que los cálculos, las observaciones y las mediciones nos digan que no es la tierra el centro del universo. No importa que el análisis científico y biológico del ser humano y su genética determinen que no existen las razas, que todos somos iguales. Da igual, porque el discurso oficial siempre lo negará, porque siempre habrá mentes fáciles y manipulables, peones que sigan luchando inútilmente en esta partida de ajedrez… No importa.
Tal vez haya llegado el momento de que nuevos Galileo Galilei demuestren ante todos el gran error de occidente, que demuestren de una vez por todas que el hombre blanco, rico y capitalista no es el maldito centro del universo. El tiempo del heliocentrismo mental.
Tal vez haya llegado el momento de abrir los ojos y pensar. 

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