sábado, 15 de septiembre de 2012

Manifiesto Apátrida

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¿Qué es la patria? Los imperios surgen, se erigen y caen irremediablemente, se crean naciones y países que el viento del tiempo y las guerras y la sangre acaban por barrer y hacer desaparecer, las fronteras fluctúan, hoy puedo llamar a esto mi casa y mañana mi casa ya no será nada. Pero todo eso; las naciones, los países y las fronteras, todo eso no existe. Todo es un invento humano, una idea artificial que solo vive en nuestra mente, un concepto solo creado para saciar esa imperiosa y obsesiva necesidad que tenemos de clasificarlo y etiquetarlo todo.
Por eso no entiendo a aquellos defensores acérrimos de la patria, del estado o la nación, aquellos que quieren dar la vida por un concepto inventado, por algo que no existe, por separar a los “enemigos” de la línea imaginaria que divide dos tierras de igual valor.
Y no quiero pertenecer a algo así, porque si eso es una patria, si una patria significa luchar y morir contra otros hombres solo por defender algo que nunca existió, es entonces una de las mayores aberraciones de la vida humana, por eso yo reniego de la patria, por eso yo busco y creo en otro mundo mejor para todos nosotros.
Imaginemos por un momento como decía aquella canción, un mundo sin patrias ni fronteras, un mundo donde los hombres no se separaran por absurdas explicaciones sin sentido y cada uno pudiera viajar libremente donde le llevaran sus pies. Un mundo donde cada persona sea viento para no tener impedimento en recorrer el planeta.
Algunos lo llamarán locura, otros utopía, incluso habrá quien guiándose por invenciones y estereotipos falsos lo llamará traición a la patria. Yo lo llamo sueño, ilusión e imaginación.
Porque mi patria no es un estado moderno o unas fronteras, mi patria es la tierra, los arboles, el viento y el mar, esa es la verdadera patria y la única por la que merece la pena morir, todo lo demás son falacias, invenciones, fantasías enfermizas de poder y dominación.
Pero curiosamente no podemos poseer aquello único por lo que merece la pena morir. Curiosamente aquello a lo que llamamos hogar, aquel viento y aquella tierra que nos vieron nacer… jamás podremos poseerlas.


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