viernes, 10 de abril de 2015

Querido John

John, querido John. Aún conservaba parte de su singular belleza y el amor que ella sentía por él apenas había comenzado a extinguirse. Lo amaba, sabía que no debía hacerlo, pero lo amaba. Él ya no era su John, había dejado de serlo en el mismo instante en el que le rebanó la garganta de un mordisco. La sangre manaba a borbotones de su cuello mutilado a bocados y se estaba ahogando en su propio líquido vital. Tendida en el suelo sobre un charco de su propia sangre, contemplaba sus ojos ahora vacíos y muertos. Había sido el amor de su vida y ahora... no era más que un mero trozo de carne muerta que por alguna extraña razón aún se mantenía en pie. En pie y sediento de sangre. Extendió su mano e intentó pronunciar su nombre. En su cabeza resonaba el nombre de John, pero a su boca solo acudían las gárgaras sanguinolentas de una moribunda con el cuello desgarrado. Apelando a los sentimientos de un cadáver, acarició con la mano extendida la piel muerta de su rostro. Sólo quería un último deseo, un último beso de su querido John. Él agarró suavemente la mano de ella mientras sus dedos resbalaban por su rostro y se quedó ensimismado contemplando como la luz se apagaba en sus ojos azules. Había entendimiento, había amor en el corazón inerte del cadáver de su esposo. O eso quiso ver ella, puesto que con un rápido movimiento él la agarro por la muñeca de forma violenta y acercó sus labios secos y ensangrentados a la boca de ella, transformando el suave beso en una pasional dentellada que que desgarró y arrancó de cuajo su labio inferior. No podía gritar, la agonía era intensa, eterna, asfixiante como ahogarse en un puré espeso, cálido y rojizo. Sólo podía llorar, emanar sangre por los ojos como si el infierno se hubiese desatado dentro de su cuerpo. Una fracción de segundo después, simplemente allí tendida se ahogó en su propia muerte.

Y es que amar a un zombie puede llegar a costarte sangre, sudor y lágrimas...

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