sábado, 2 de mayo de 2015

¡Bang, Bang!

El arma se encontraba descargada sobre el mostrador.
-Dos tiros con este calibre, ¡Bang, bang! Y no le habrá dado tiempo ni a redactar su jodido testamento-. Dijo sonriendo de forma sádica a la vez que sostenía una bala entre sus dedos índice y pulgar.
-¿Dos? ¿No tiene algo que mate de un solo disparo?-.
-Bueno, eso ya depende de su puntería... y de la distancia. A menos de veinte metros esta maravilla fabricará un bonito cadáver con un maloliente agujero nuevo-. Guiñó un ojo mientras mantenía esa perturbadora sonrisa.
Cogió el arma lentamente, como si el tiempo no existiese. De igual forma retiró la bala de manos del vendedor y la introdujo en el cargador de tambor del arma ante la malsana sonrisa del comerciante. Cerró el cargador y con un movimiento corto pero intenso hizo girar la ruleta de metal dentro del arma.
-¿Y a quemarropa? Directo, entre los ojos, ¿Qué haría?-. Dijo colocando el cañón sobre la sudorosa frente del ahora no tan sonriente armero.
-Supongo que...-. Tragó saliva. -Supongo que no me gustaría ser el tipo al que le tocase recoger ese estropicio-. Su sonrisa se volvió apretada y tímida, casi como un vago tartamudeo.
¡Click! Apretó el gatillo disparando nada, silencio y miedo por aquel revolver.
-Me gusta. ¿Puede envolverla para regalo?-. Dijo vaciando el cargador en su mano y entregando el arma.
-S... si, si, por supuesto. ¿De... desea algo más el caballero?-. De pronto sus modales se volvieron terriblemente educados.
-No gracias-. Dijo a la vez que tomaba el arma y entregaba a cambio el dinero. -A no ser que haya cambiado de parecer en aquello en lo de recoger estropicios-. Añadió.
-¿Perdón?-. Su sonrisa ya se mostraba enormemente forzada.
-Nada, olvídelo, sólo era una broma-.Dijo dirigiéndose hacia la salida. -Por cierto, ¿Sabe dónde puedo contratar un buen servicio de limpieza?-. Sonrió desde la puerta.
-Eh...-. El dependiente permaneció con una extraña mueca de temor y desconfianza.
-No se preocupe, gracias por todo-. Colocó sus dedos simulando una pistola -¡Bang, bang! Ya nos veremos-. Y se marchó con una nueva sonrisa con la campanilla de la puerta sonando tras de sí.



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