jueves, 8 de diciembre de 2011

El Secreto del Tiempo


Cuentan las leyendas que hace mucho muchísimo tiempo existía un reino muy lejano, en el norte y decían los que allí habían viajado que no existía una tierra como aquella, que jamás sus ojos alcanzaron a contemplar un paraíso semejante lleno de vida, verde y fresca hierba con olor a rocío de la mañana, arboles grandes y fuertes que daban jugosas frutas y flores silvestres cuyos aromas te transportaban mas allá de donde tu imaginación podía hacerlo. Se decía que en aquel reino vivía el hombre más sabio del mundo, un hombre tan sabio y tan rico que mando construir una gran torre donde pudiera acumular libros sobre todos los saberes y donde pudiera vivir estudiándolo. 
Ese hombre comenzó a almacenar libros y libros, los libros más raros y exquisitos que jamás nadie pudo tener en sus manos, libros que dotaban a todo aquel lugar del dulce aroma del papel y la sabiduría. Durante años el hombre sabio se dedico a estudiar y a leer sin descanso, con el paso del tiempo apenas salió de su torre hasta llegar incluso al punto de no salir nunca. Tan solo leía y leía, solo quería saber más y más, quería conocerlo todo, saberlo todo, pero según devoraba un libro tras otro se daba cuenta que nunca llenaba su deseo, siempre le faltaba algo mas, nunca alcanzaba a estar completo del todo y a ser feliz de modo que empezó a buscar en sus libros la respuesta. Buscó y buscó con la ilusión de encontrar que era lo que le faltaba, tenía todo era el hombre más rico, era el hombre más sabio, pero no lograba hallar que era eso que le faltaba que le impedía ser feliz, y eso le causo una gran tristeza, pues se sentía derrotado en su interior, pensaba que jamás alcanzaría esa sabiduría que le faltaba por dentro hasta que cierto día una gran tormenta se desató.
El viento agitaba la estructura de la torre y las nubes descargaban toda su furia contra la tierra, haciendo brillar sus relámpagos como si fuesen los enormes látigos del dios del cielo. los truenos rugían como feroces bestias dispuestas a abalanzarse sobre toda forma de vida terrestre, hasta que el cielo comenzó a escupir sus devastadores rayos sobre la tierra.
Los rayos empezaban a caer muy cerca de la torre impactando en árboles y edificios cercanos, logrando levantar grandes llamas y consiguiendo despertar al señor del fuego y los incendios, que gustoso y hambriento hizo que pronto una inmensa masa de llamas se extendiese por doquier y no tardase en hacer prender la torre del sabio.
Aquel hombre, desesperado, comenzó a correr como un loco por toda la torre intentando decidor que libros salvaba de las llamas y cuales dejaría allí. No podría llevárselos todos, empezó a coger libros y libros, a guardárselos entre los recovecos de su ropa y a llenar sus manos con ellos intentando sacar a salvo el mayor número posible de ellos y de la forma más rápida.
Cuando de pronto vio como una de las jóvenes que vivían en las viviendas cercanas a su torre había caído presa de las llamas, atrapada por una montaña de escombros tosía y gritaba desesperada con el objetivo de que alguien pudiera socorrerla. El hombre miro de forma apresurada a la joven y volvió la mirada atrás para contemplar como las llamas consumían los libros que quedaban aun dentro de la torre.
Sin pensárselo dos veces arrojó todos los libros con los que cargaba a las llamas y se lanzo en ayuda de la joven. Apartando con fuerza los escombros que la tenía atrapada, consiguió hacer un hueco por el que pudo sacar a la joven de su prisión de fuego y cargo con ella hasta llegar a un lugar seguro fuera del alcance de las vigorosas llamas. Una vez se hubieron recompuesto del esfuerzo realizado, ella se abalanzo sobre el abrazándole, besándole y dándole las gracias por haberla salvado del fuego.
Fue entonces cuando el sabio cayó desplomado sobre el suelo contemplando como su torre y sus preciados libros ardían entre las llamas. Y una lagrima broto de sus ojos y resbalo por su mejilla, pero no fue una lagrima amarga, sino la más dulce que sus ojos jamás pudieran soltar, pues al fin había encontrado eso que le faltaba, al fin se sentía feliz y lleno por dentro y ya no eran necesario todos esos libros de ciencia y sabiduría. De pronto noto como aun conservaba algo y metiendo la mano entre sus ropas saco un último libro, el único que se había salvado del fuego, un viejo y valioso libro lleno de conocimientos matemáticos fantásticos. 
Lo miro con melancolía, pero esta tristeza pronto se torno en alegría y arrojando el libro sin ni siquiera preocuparse de donde caía se lanzo sobre la joven  perdiéndose en sus labios de una forma que jamás fue escrita en ningún libro.





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