jueves, 17 de noviembre de 2011

Agua de Lluvia

El vaho de su aliento formaba una espesa neblina en el cristal, impidiéndole contemplar el exterior. Lentamente y casi por instinto, su mano se deslizó, devolviendo al frio vidrio su transparencia.
El cielo lloraba sobre la tierra emitiendo un sonido hipnótico, casi sensual. Era como si el viento susurrara secretos a través de la lluvia, cautivándolo.
-¿Necesita algo?-. Preguntó una voz amable tras de sí.
Bastaron estas simples palabras para sacarlo de su ensoñación.
Volvió la mirada regresando al mundo real, cambiando el relajante sonido del agua al caer por el sopor rutinario del tren. Ante él, tenía a un hombre uniformado con una forzada sonrisa en el rostro.
-¿Necesita algo?-. Preguntó de nuevo.
Un vago gesto de negación fue suficiente para que se marchara, dejándolo solo.
Él suspiró y se abandonó al canto de la lluvia, perdiéndose entre los versos de su viejo cuaderno de poesía.

“¡Oh bello ángel de oscura fatalidad!
¿Cuando tus alas me dejaron abandonado,
perdido en la más triste oscuridad?
tan solo por el hecho de haberte amado
y jurarte por siempre fidelidad”

No pudo evitar que una pequeña gota de cristal se precipitara desde sus ojos y se fundiese con la tinta de la poesía.
Apartándose de tan amargas letras, volvió de nuevo su mirada hacia la ventana y allí la vio, empapada, bajo la lluvia, contemplándole. Era como si el tiempo se hubiese detenido en aquel mismo instante, quedando todo congelado, salvo el agua que el cielo vertía delicadamente sobre ella y sus profundas miradas en perfecta unión.
Un parpadeo más tarde todo había pasado. El tren seguía su camino, la lluvia continuaba con su atemporal sonido y esa mirada que lo contemplaba había desaparecido.
-¿Está usted bien?-. Tras él volvía a estar la forzada y uniformada sonrisa.
-Tan solo… un poco cansado, gracias-. Respondió en un tono demasiado bajo.
-Tranquilo, el viaje pronto acabará para todos-. Dijo justo antes de marcharse.
Él intentó volver a sus versos.

“Volver a tu mirada
los deseos más profundos
de mi…”


Le era imposible continuar con aquello.
El viento le susurraba un” te quiero” al oído y la lluvia, era capaz de calar hasta el fondo de su alma.
Intentando hacer caso omiso de todo aquello, resignado, se dispuso a apartar la mirada de la ventana, justo antes de comprobar cómo, dibujado en vaho sobre el cristal, aparecía una pequeña sonrisa.
Durante unos instantes se quedo en blanco, mientras unos filos hilos de cristal descendían por sus mejillas.
No podría precisar cuánto tiempo estuvo allí, quizás segundos, quizás horas, contemplando aquel bello dibujo.
Hasta que, arrebatado por un sentimiento inusitado y agarrando firmemente su cuaderno de poemas, comenzó a correr a través del tren como si esperara encontrar una salida al final.
Y así lo hizo.
Corriendo sin mirar atrás despertó de aquel sueño.
Y pudo contemplar, cómo el tren se marchaba lentamente sin él, cómo era capaz de sentir el viento en cara y la lluvia en el alma y cómo los suaves brazos de ella abrazaban cálidamente su corazón.


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